«Estoy entrenando para volver a ser campeón cuando acabe la guerra». Imagino que con frases como éstas en plena Segunda Guerra Mundial conseguía Gino Bartali (Florencia 1914-2000) convencer a la policía para que le dejaran seguir con su “entrenamiento”. Y es que de 1943 a 1945 Bartali consigue salvar a aproximadamente un millar de judíos arriesgando su propia vida.
Por aquel entonces Gino era ya un personaje admirado en Italia, todo un ídolo (había ganado 2 veces el Giro de su país y una vez el Tour de Francia), pero es que durante aquellos años en los que su carrera ciclista se vio frenada por la cruel guerra, él consiguió proporcionar documentos falsos, que transportaba en los tubulares de su bicicleta, a casi mil judíos, y con ello evitó su traslado a campos de concentración.
Ya por este hecho la vida de Gino Bartali merecería ser llevada al cine; parafraseando el título de la multipremiada La lista de Schindler, podríamos titular su película La lista de Bartali.
Pero es que su biografía tiene muchos más puntos de interés. De origen humilde, hijo de campesinos, su pasión por la bici y su fe cristiana le acompañan toda su carrera. Al proclamarse campeón del Giro por primera vez en 1936, un periodista le pregunta: «¿Le dedicará esta victoria a Mussolini?», «No –respondió él–, se la dedico a mi familia y a quien vela por la
seguridad de todos nosotros: la Virgen María».
Le hubiera gustado dedicarse al ciclismo mucho antes, pero tuvo que trabajar para proporcionar ingresos a su familia. No obstante, el hecho de ir ganando carreras terminó de convencer a su familia para que le dejaran ir con su compañera: la bicicleta.
Su hermano sigue sus pasos en esta aventura ciclista. La alegría y euforia de su primer triunfo en el Giro de Italia se ve truncada, semanas después, por la muerte de su hermano en una carrera. Hundido, decide alejarse del ciclismo. El ánimo constante de sus seguidores y el apoyo en su entorno terminaron de convencerle: volvería a subirse a la bicicleta. Se proclama nuevamente campeón del Giro de Italia (1937) y del Tour de Francia (1938). Y entonces: la guerra.
Tras la contienda vuelven las competiciones. Bartali ya supera la treintena, y muchos creen que el que fuera apodado «el ciclista alado» o «la bala humana», ya no volvería a ser el campeón de antes. Además, jóvenes promesas como Fausto Coppi irrumpían con fuerza en el panorama ciclista. Pero su vitalidad, esfuerzo y capacidad de sacrificio le permitieron a Bartali ganar otro Giro (1946) y otro Tour (1948). Su rivalidad precisamente con Coppi fue épica, memorable. La prensa italiana quiso crear dos mundos antagónicos, una enemistad sin parangón dentro y fuera del ciclismo, pero Bartali y Coppi se encargaron de que no fuera así.
Como prueba quedará la imagen del momento en el que subiendo una de las cuestas más complicadas de la competición, Bartali o Coppi –no se sabe quién de los dos– le da su botella de agua al rival cuando éste estaba sediento.
Hoy en día existe la Fundación Bartali*, que sigue la estela de Gino ayudando con proyectos solidarios. El lema de la fundación es precisamente una frase de Bartali: «Si el deporte no es escuela de vida y no es solidaridad, no sirve para nada».
Sebas Revuelta – sebastianrevuelta@gmail.com
Siendo italiano este relato me llama mucho la atención. Lo de Coppi y Bartali forma parte del imaginario colectivo para los que no lo vivimos; nuestros padres se dividían entre “los de Coppi” y “los de Bartali” y siempre nos han contado que esos campeones llenaron de algún modo el vacío que había dejado la guerra (algo parecido a lo que pasó con el Grande Torino, que en los años bélicos proporcionaba las únicas alegrías a la gente que moría de hambre, miedo y… balas). Gracias por recordar a un hombre tan influyente en la sociedad italiana, ejemplo deportivo y hombre verdadero, capaz de ayudar al prójimo y de renunciar a sus sueños con tal de ayudar a su familia.
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Gracias!!
Tal vez algún día podamos escribir sobre el Gran Torino y cómo marcó una época y llenó de ilusión a mucha gente!!
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